Cristian C. Bellot | (Micro)Relato XXVI: Campo de amapolas
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(Micro)Relato XXVI: Campo de amapolas

Una niebla blanca como la nieve lo envuelve de golpe. Es fría, espesa, pero el contacto en su piel resulta una sensación agradable. Poco a poco se disipa, abriéndose a un campo infinito de amapolas igual de blancas. Pétalos flotan en el aire, el polen lo inunda con un universo de estrellas, su fragancia le colma las fosas nasales de un aroma a libertad, insectos de alas de colores vivos frotan a su alrededor. Avanza, palpando con sus manos las flores que se abren a su paso. Aun sin ningún elemento diferente en el horizonte, lo guían en una dirección con firmeza.

Oye murmullos lejanos, tratando de llamarle, de que dé la vuelta, de que se una a ellos, pero él se niega a abandonar su campo donde siente una inmensa seguridad. Llega a un bote de remos de madera apoyado sobre las flores, como si fueran pilares que lo soportan. Aunque cuando sube a la embarcación, las amapolas realizan movimientos ondulantes como en un mar en calma. Movimientos que provocan que el bote se desplace sin necesidad de que él reme en un bamboleo suave que elimina cualquier pensamiento nocivo que pudiera llegar a tener.

Las amapolas se reúnen para crear un camino que se eleva hacia el cielo, hacia la luz que más brilla en su inmensidad, tan blanca como ellas, tan placentera. El bote inicia el ascenso y él no puede sino sonreír al contemplar su destino. Atrás deja un mundo oscuro. Atrás deja las voces que le piden que luche. ¿Para qué hacerlo, piensa, cuando ya está en el paraíso?

Photo by Annie Spratt on Unsplash

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