
21 Mar (Micro)Relato XXIV: El mercado
No importa cuántos años pasaran en el mundo, no importa en qué época estuvieran, si las circunstancias les fueran beneficiosas o no: su mercado seguía siendo el mejor de todos. No lo decía ella, lo decía la cantidad de clientes que se asomaban día tras día para disfrutar de sus servicios varios.
Como cada día, caminaba por los pasillos del mercado con parsimonia, las manos a la espalda, la barbilla elevada para demostrar su importancia y su orgullo por lo que había creado. Todos la conocían, todos la respetaban, todos la admiraban. Todos la saludaban a su paso e intentaban entablar una conversación con ella, intentaban convertirse en sus amigos o en algo más, como si alguno de esos seres fuera digno de tal cosa. Ella como mucho les devolvía un pequeño gesto de cabeza, suficiente para que más de uno babeara como un perro en celo. Le gustaba sentir su admiración y sus ojos puestos en ella, ser parte de sus fantasías más lascivas, pero nunca pasaría de la ficción. Se tendrían que conformar con una imagen en su cabeza. Porque para ella lo más importante era el mercado.
Un mercado que día tras día funcionaba a la perfección, que ofrecía de todo para todos. Para los hambrientos, para los salvajes, para los ansiosos, para los coquetos y para los desesperados. Y si algo fallaba, ella misma se encargaba de solucionarlo. El mercado era su vida; no veía nada más en su futuro por mucho que buscara en la eternidad.
Ese día algo falló. Un grito agudo. Una minucia. Se acercó al lugar de origen, al pequeño revuelo que se había formado. El grupo se abrió a su paso para cederle protagonismo. Comprobó rápido la causa del problema. Alargó el brazo y posó la mano. Los gritos cesaron cuando le puso solución, a los pocos segundos.
—Contrólalas —le dijo al dependiente que había cometido el error.
Dio media vuelta y se alejó. Todos siguieron sus movimientos con ojos todavía más lujuriosos. Sonrió ante la escena que dejaba atrás. No había mejor alimento que su devoción. Y nunca terminaría; su mercado sería el mejor hasta el fin de los tiempos.
Porque en el mundo de arriba siempre había alguna guerra, siempre sucedían desgracias. Nunca cedería el suministro de almas humanas.
Photo by Jezael Melgoza on Unsplash
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